17 de mayo de 1987.
Es la época en la que los árboles estallan en brotes. Pero no todas las plantas llegan a florecer en primavera.
Hay otras que, como todas las cosas importantes, florecen muy despacio. Tardan años tal vez. Y hay que aceptar largos inviernos de aparente inmovilidad y adormecimiento. Un día, no sabemos cuándo, terminan por germinar y florecer…
El florecimiento de los seres vivos depende casi más del jardinero que de la misma planta. Es un símbolo para muchísimas cosas.
Si una planta no obtiene la tierra nueva que necesita, el riego que mantenga un cierto nivel de humedad, si no recibe el cariño de una atención continua, acaba mustiándose y muere.
Digo que esta atención del jardinero a sus plantas es símbolo de muchas cosas, porque me habla del coraje que hay que tener en la vida. Me habla de las infinitas posibilidades “de ser capaces” que tenemos las personas cuando hay alguien que se preocupa de cultivarlas y de ayudarles a madurar y a florecer.
Deberíamos hacer brotar en las almas de los demás todas esas posibilidades latentes. Bastaría con que alguna vez las mirásemos y las quisiéramos.
(C.87)
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