25 de mayo de 1986.
No creo que haya recetas para conseguir la felicidad, porque, en primer lugar, no hay una sola, sino muchas felicidades y cada uno debe construir la suya. Por otro lado, una de las claves para ser felices está en descubrir qué clase de felicidad es “la mía”.
Aunque no haya recetas infalibles, si hay una serie de caminos hacia la felicidad:
Hay que disfrutar de todo lo bueno que tenemos. No hemos de esperar a encontramos con un sordomudo para enteramos de lo maravilloso que es oír y tener el don de la palabra.
Hemos de asumir también las partes negativas de nuestra existencia, sin echar constantemente de menos las cosas que nos faltan.
No podemos vivir desconfiando siempre de los demás. Por el contrario, si vivimos abiertos al prójimo, habrá menos posibilidades de que suframos tantos desengaños.
Es importante tener un gran ideal para centrar nuestra energía hacia una meta, aunque tardemos en alcanzarla
Confiemos que a la larga conseguiremos lo que nos hayamos propuesto.
No hemos de angustiarnos porque otros avancen más de prisa que nosotros. Hay que saber esperar.
Cuidemos de que el dinero no se apodere de nuestro corazón, pues es un ídolo muy atractivo cuando nos tiene entre sus manos.
Descubrir que la amistad, la belleza de la naturaleza, los placeres artísticos, son infinitamente más rentables que lo que se puede comprar.
Encontrarnos a Dios como Dios de la vida, Dios de la alegría.
Procurar sonreír con ganas o sin ellas. Estar seguros de que somos capaces de soportar muchos dolores que nunca habíamos sospechado poder superar.
Y…, como podéis ver en este espacio de tiempo que va del amanecer al ocaso, es necesario aprender la asignatura que trata de la “construcción de la felicidad”.
(C.86)
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