27 de octubre de 1985.
¡Qué lentamente camina el corazón!
¡Cuánto nos cuesta a todos evolucionar!
¡Qué despacio nos crecen dentro la madurez y la paz del alma! Nos preocupamos de lo bien o mal que marcha el mundo y no nos damos cuenta de que solamente nosotros debemos echar marcha atrás o adelante cuando queramos que el ritmo sea bueno.
Si no respiramos paz, ¿cómo vamos a ser pacifistas?
Si no somos espiritualmente libres, ¿cómo hablamos de libertad? Si no amamos ¿cómo vamos a predicar amor?
Exigimos justicia con palabras agresivas. Si no somos exigentes con nosotros mismos, ¿cómo exigir a los demás?
Me temo que todo nuestro afán por que el mundo cambie, es sólo una coartada para esquivar nuestro fracaso a la hora de transformarnos. Un alto porcentaje de las acusaciones contra los otros no es otra cosa que una forma de engañarnos para no mirarnos en el espejo de nuestra propia inhonestidad.
El día que el jardín que hay implantado en nuestro corazón mejore ya habrá empezado a mejorar el mundo.
(C.85)
Yo diría que el mundo es el reflejo de cada una de las personas que lo formamos.
Es como un gran Sistema que si pudiéramos mirarlo a través de las lentes de un microscopio nos sorprenderían los millones de organismos, todos únicos e importantes, que lo conforman.
Así pues, si queremos que varíe este mundo, ¿a qué estamos esperando para responsabilizarnos cada uno de nosotros de nuestra propia transformación?
¡Cuidémonos a nosotros mismos y el mundo estará cuidado!
Me gustaLe gusta a 2 personas