El «niño burbuja»

04 de marzo de 1984.

David no necesitaba apellido. Todo lo más se le llamaba “el niño-burbuja”. Nació sin defensas en su organismo, sin ese sistema que nos inmuniza contra los millones de agentes patógenos en el mundo que nos rodea. Esto significa que estaba indefenso contra el primero que quisiera atacarle.

Le metieron en una gran burbuja de plástico donde solamente recibía el aire puro, alimentos no contaminados y objetos esterilizados. Así ha pasado doce años.

Hace pocos días los médicos decidieron sacarle de aquella “burbuja sin salida”. Fue entonces cuando por vez primera recibió un beso. Era el beso de su madre. Me conmueve imaginar la escena…

¿Qué experimentaba David al recibir la caricia que todo ser considera la más indispensable al ver la luz de este mundo?

David ha muerto. En la hora más bonita del día: al amanecer. Al fin se ha encontrado con su verdad, su gran verdad.

Se ha ido a otra burbuja mayor. Al fin le han vencido aquellos agentes patógenos. Se ha ido contaminado, pero ha tenido la dicha de experimentar lo que tanto había deseado.

El calor de unos besos y el contacto de unas manos llenas de amor.

(C.84)

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