Hablando solos…

12 de junio de 1983.

A veces, por esas calles de asfalto, llenas de gente, sorprendemos a alguien que va hablando solo. Como si fuera dando sus confidencias al viento.

Aunque pequeño, el suyo es un drama cruel: el drama de los que no tienen compañía.

Tampoco esta tarde la tiene… La tarde es gris. Se le muere poco a poco la luz como una criatura que no tuvo fuerzas para vivir. Estas tardes en que la luz se acaba mientras la vemos irse, sin ánimos ni deseos para encender la otra luz, la artificial, estas tardes van poblando nuestras vidas de sombras.

Las sombras son como los recuerdos perdidos. No podemos tocarlas, pero nos cercan, se hacen más densas cada minuto, nos ahogan al final. Como si estas sombras impalpables fueran aguas negras, aguas de la noche en que se sumió la luna.

Si la fe no nos viene a salvar, nuestro corazón quedará prisionero de la angustia.

(C.83)

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