1 de octubre de 1978
Las lecturas de hoy (Ezequiel 18,25-28 y Mateo 21,28-32) nos invitan a arrepentirnos y cambiar de conducta. El Señor nos espera, porque, como dice el Salmo, Él es misericordioso hasta el final: “Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna”.
Hemos recibido este comentario en forma de oración:
Juan nos invita hoy al arrepentimiento, a andar por un camino de justicia. ¿Qué quiere decir arrepentirse? ¿Verse libre de cadenas que nos oprimen cada vez más?
Quizás el arrepentimiento sea como la inspiración. Es necesario que madure oculto en el corazón para que un día, sin saber cómo, salga a la superficie a borbotones.
Señor, ¿por qué batallamos siempre contigo sin descanso? ¿Por qué tenemos miedo a la serena mirada de tus ojos que no engañan?
Juan no tuvo miedo de subir a lo alto. No tembló ante tu hechizo sobrehumano. Nosotros sí. Nos da pavor acercarnos a Ti porque hueles a flores del valle y tenemos miedo de que tu belleza nos domine y enamore, Señor. ¡Cómo nos asusta nuestra misma pasión loca!
Hoy quiero, Señor, emprender el camino del arrepentimiento. Queremos arrepentirnos de nuestras vanidades, de nuestra soberbia, de nuestra injusticia, de nuestra escasa caridad, de nuestra incredulidad, de nuestra poca paciencia, de nuestra falsedad.
Hoy, Señor, queremos volver a ser libres y compartir el espacio con las aves.
(C.78)
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